POR DONDE AÚN NOS QUIEREN…  de Javier Alonso-Iñarra
Historias de un viajero por Sudamérica

Quien haya conocido este subcontinente, entenderá la pasión del viajero por reconocerlo en toda su exten­sión. De la admiración que le despiertan aquellos paisajes vino este viaje y resultaron las notas que relatan lo que sucede cada día. Por el camino recogí los rastros de siete historias que dan profundidad y coherencia al panorama del que forman parte. Con ellas viajaba y me distraía durante los largos trechos de páramos y pampas en que me veía solo y frágil, un punto insignificante sobre el planeta inmenso y eterno.

Viajar solitario sobre una moto, largos trechos por lugares desconocidos, quizás
no es para todos. En mi caso, no veo en ello nada comprometido, si bien reconozco la necesidad de contar con recursos interiores para aguantar dificultades inevitables, estados de ánimo variables, el tedio de las monótonas rectas en que la cabeza ha de ser alimentada mientras pasan las horas y los kilómetros. Por otra parte, se aprende pronto a improvisar y buscarse la vida, cuando todo lo que eres o tienes lo llevas encima. En fin, quizás a quien es ajeno puede parecerle expuesto, pero viajar así tiene más de placer que de heroicidad.

También he comprobado que el motero solitario no asusta a nadie, más bien parece atraer curiosa hu­manidad, incluso compasión, por parte de quienes lo ven o reciben. A pesar del uniforme y la aparatosa máquina, fuera de lugares frecuentados muchos se identifican con el viajero desparejo, al que se supone desprotegido y frágil en su montura, sin origen ni destino conocidos, sin ataduras ni más obligación que llegar. Un peregrino difícil de explicar, envuelto en polvo de muchos caminos, que aparece inesperado, resulta accesible y exótico mientras está, y al poco de llegar se pierde en el horizonte, cargado con sueños de quienes se quedan.

Esta es mi historia de un viaje por parte del Nuevo Mundo donde, a quienes fuimos allí con cruz y espada, todavía nos quieren.